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Fake News, el imperio de la posverdad (…) arenga

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Redacción Néstor Olivares, colaborador de Arenga

El idioma español es tan amplio, vasto y objetivo que nos regala joyas gramaticales como “paparrucha”, que a decir de la Real Academia de la Lengua Española es “[una] noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”; y ejemplos de estas abundan tanto como el público que las consume con singular alegría y las asume como verdades irrefutables en las que no cabe más realidad que la que se le comenta.

Y así llega también la “Posverdad”, la relativización de la veracidad, la banalización de la objetividad, de los datos y la supremacía del discurso emotivo donde se da más valor a lo que el gran público quiere escuchar y no a los hechos comprobados y comprobables que consignan la realidad en su más cruda expresión: tal como sucede, al margen de fantasías distópicas amparadas por “otros datos”.

Hoy en día en que los medios se han “democratizado” en su afán de llegar a cada vez más público, de influir en sus opiniones y dirigirlas hacia donde sus intereses del momento les dicten, han aparecido “líderes de opinión” que emanan directamente del pueblo, con características similares a las de la masa y con un pretendido afán no sólo de entenderla sino también de pertenecer a la misma, que atrapa y enamora al público que está ávido de que le digan justo lo que quiere escuchar.

Y es que la verdad requiere analizar hechos objetivos, argumentar la evidencia, unas exigencias que le dan gran valor, y esto hace que resulte más sencillo para el gran público el creer en cualquier cosa que se apegue mejor a sus creencias y sistemas de valores antes que aquellas que los confronten abiertamente y los obliguen a cambiar lo que consideran como real.

Y es justo como Wilbur Schramm, teórico de la Comunicación, mencionó en sus estudios sobre comunicación de masas: “en la multiplicidad de mensajes el receptor selecciona los que menor esfuerzo le ocasiona para percibir su significado y los que mejor representan su conjunto de normas del grupo social al que pertenecen”.

Así, el receptor está ávido de noticias que se ajusten a su pretendida realidad, a su idea de orden y progreso o a las fantasías que en el momento pueblen su febril imaginación, porque está buscando además una salida, una fantasía que le permita figurar o quizá ser feliz, sentirse completo y representado después de haber pertenecido durante tanto tiempo al relato de los desposeídos, de los que sufren y no encuentran mejor salida a su situación que una realidad alterna en la que todo es posible con solo creer que lo es.

Pero aquí es donde nuevamente aparece el reto de buscar respuestas aún en donde han sido negadas, de afrontar a la realidad que se presenta y estar dispuestos a cambiar las viejas fórmulas, a dejar atrás lo malo por conocido, arropando a lo bueno por conocer y así nuevamente, atreverse a saber, Sapere Aude.

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