Por: Néstor Olivares, columnista de Arenga Medios
El español es un idioma muy variado en cuanto a los vocablos que lo componen, dispone de palabras muy específicas algunas y otras que guardan en sí mismas grandes significados además de una belleza considerable, que cuando se leen, se entonan o se escuchan no puede uno ser ajeno a las mismas.
En estos tiempos tan difíciles la desesperanza nos invade y nos dificulta pensar en qué cosas mejores pueden venir en el horizonte, pero siempre nos queda el pensar en algo positivo y que nos permita encontrar un nuevo motivo para no rendirnos y seguir adelante.
Y en esta ocasión quiero contribuir a este clima de bienestar con una palabra de considerable belleza, de carácter portentoso tanto en su escritura como en su significado y que de manera personal la considero como mi palabra favorita de todo el idioma: inmarcesible; la Real Academia de la Lengua Española la define como “que no se puede marchitar”.
Y, ¿es que no es precisamente así la esperanza? ese sentimiento que no se marchita y que perdura, que se mantiene y que es lo último que en todos lo casos muere aún cuando todo parece perdido, aún cuando en el momento más difícil y en el que parece que no encontramos la salida, siempre estará la inmarcesible esperanza de que hay una luz al final del túnel y que nos esperan tiempos mejores porque después de toda tormenta, siempre viene la calma.
Inmarcesibles deberían de ser nuestros sueños, nuestros anhelos y los deseos de siempre ir tras ellos, la energía y el empeño que ponemos en alcanzar todos los objetivos que nos proponemos en nuestra vida cotidiana; inmarcesible debería ser el ánimo que nos mantenga siempre alertas y dispuestos a seguir adelante aún cuando todo parezca perdido.
Que inmarcesibles sean siempre los ánimos que nos mantengan hablando de lo positivo, de lo esperanzador y del futuro que siempre nos aguarda, de un futuro incierto pero que siempre tiene una nueva oportunidad para comenzar de nuevo o para continuar, para que nunca nos olvidemos de quienes somos y hacia donde vamos con la vista al frente y la inmarcesible necesidad de siempre atreverse a saber, Sapere Aude.