-No se trata de que te vayas, no te pido nada que no hayas prometido le contestó su entristecida mujer.
Nuestra sociedad está acostumbrada a hacer lo que le venga en gana, sin importar si es legal, o no. El cargo de presidente de la Republica es irrenunciable. El presidente no se puede poner en capilla a sí mismo, ni manipular al Congreso para cumplir con su “sagrada” voluntad. El 6 de noviembre de 2019, el Congreso mexicano aprobó la reforma constitucional que permite a los electores solicitar la revocación del mandato presidencial, a partir de una consulta. Cuando se elige a un funcionario público, el ciudadano elector piensa en que el elegido provocará un cambio, que las cosas serán diferentes, y que el lapso que dure en el puesto, habrá mejoras sustanciales. Olvidamos que su sueldo, así como el de toda la burocracia, lo paga el pueblo. Y un si no me quieres me voy, no es éticamente válido, y menos después de años de promesas de campaña. El Presidente debe trabajar para lo que se le contrató. Y la ciudadanía debe aprender a exigirle en consecuencia. Que sea la gente quien impulse el referéndum, si así lo considera.
El Artículo 86 Constitucional señala que “El cargo de Presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia”. Que el congreso escuche al pueblo y haga lo que debe.
Los Artículos 108, 110 y 111 de la Constitución lo protegen jurídicamente. La Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos tampoco lo toca. Evitemos que siga con maniqueos, a él y a todos los funcionarios. Dejemos de protestar al vacío y conozcamos la ley, para exigir lo que por derecho es nuestro. Despierta, Pueblo.
Por Armando Arroyo Andrade, escritor.