Hoy quiero hablarles de uno de los monumentos emblemáticos en la Ciudad de México, la “Columna del Ángel de la Independencia”, la Victoria alada que, en paseo de la Reforma, luce majestuosa, imponente, bella, porque representa el más puro y noble anhelo de un pueblo: la libertad.
Sentimiento mismo que experimentamos muchos quienes hemos tenido la fortuna de admirar esta gran obra arquitectónica, muestra también de la creatividad e imaginación de los mexicanos, de su arte, de nuestra cultura, que la hemos hecho propia, porque forma parte de la historia.
Quienes viven en la Ciudad de México y recorren el Paseo de la Reforma, o aquellos que visitamos la gran urbe y recorremos esta, también emblemática calzada, pocas veces dejamos de mirarle y admirarnos, de Ángel alado que es parte de la arquitectura del paisaje urbano.
Mudo testigo de manifestaciones, mítines, recorridos presidenciales, expresiones culturales y artísticas; lugar elegido de manera natural por los capitalinos y mexicanos de diferentes partes de la República para dar lugar ahí a actos políticos y sociales, homenajes y reivindicaciones nacionales; sitio también para darle rienda suelta al sentimiento futbolero.
El Ángel de la Independencia, la Victoria alada en el lugar, donde, como en la “noche de san Juan”, de la canción de Joan Manuel Serrat, “La Fiesta”, a sus pies, en la glorieta en la que se yergue, “Comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”.
Ese espacio donde el noble y el villano bailan y se dan la mano sin importarles la facha; el sitio donde los mexicanos somos uno solo.
Victoria alada que fue concebida por el ingenio creativo del arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado, quien ganó el concurso convocado por el entonces presidente de la República, Porfirio Díaz, con el motivo de la celebración del aniversario del primer centenario de la Independencia.
Sí, un gran monumento que honrará a nuestros próceres pero que hablará a la par de la grandeza creativa de los mexicanos.
Un monumento emblemático que nos permite acercarnos, en el mundo de las bellas artes, a la vida y obra de este gran arquitecto, apreciar en la construcción de la casa ubicada en la calle, Londres 6, actualmente sede del Museo de Cera.
En su propia casa, que desde hace más de 10 años empezó a ser reconstruida y remodelada, por iniciativa de un grupo de la sociedad civil, que así rescata y homenajea la labor profesional de Rivas Mercado; misma construcción que abrió sus puertas al público y ofrece visitas guiadas en este recinto donde podrás conocer parte del concepto arquitectónico de su autor, ubicada en la Calle de los Héroes 45, en la Colonia Guerrero.
Y si la obra de Antonio Rivas Mercado tiene en el Ángel de la Independencia su más caro reconocimiento, no lo es menos el esplendoroso teatro Juárez en la minera ciudad de Guanajuato, en el que modificado el proyecto original del arquitecto José María Noriega, y resuelve el acceso de una manera magistral.
Una escalinata flanqueada por balaustras, faroles, un friso con mascarones, y rematando el edificio la escultura de 6 de las 7 musas griegas. Un poema arquitectónico sin par.
Pero la historia no termina aquí, la esencia creativa del Arquitecto Antonio Rivas Mercado permeó en su hija María Antonieta Rivas Mercado, una de las grandes mexicanas mecenas e impulsadoras de la cultura en nuestro país, contribuyó a formar el patronato para la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Carlos Chávez; fundadora del Teatro Ulises, teatro experimental dirigido por Javier Villaurrutia y Salvador Novo.
Antonieta Rivas Mercado, fue soporte y difusora de la obra de personajes como el mismo Villaurrutia, Celestino Gorotiza, Roberto Montenegro, Lupe Medina de Ortega, Gilberto Owen, Jiménez Rueda, Manuel Rodríguez Lozano, Novo, María Teresa Montoya.
Antonieta, fue escritora, traductora de obras para que éstas, pudieran ser representadas en los escenarios nacionales, actriz también. Pieza calve en la campaña presidencial de José Vasconcelos.
Además de todo ello, Antonieta fue promotora cultural, defensora de los derechos de la mujer y activista política; referente para entender el florecimiento del arte y la cultura después de la Revolución Mexicana. Mujer de gran talento, mujer enamorada, en la flor de su existencia, con tan sólo 30 años, decide suicidarse:
“Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen crucificado…. Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me sentaré para tener la fuerza de disparar”.
Escribió Antonieta en su diario antes de quitarse la vida en febrero de 1931 en París, con la pistola que tomó del despacho de José Vasconcelos.
La vida de María Antonieta Rivas Mercado es en sí misma como una novela, y para quienes disfrutan de la lectura los invito a leer, “A la Sombra del Ángel” de Kathryn S. Blair, o acercarse a la obra de Tayde Acosta Gamas, quien en dos tomos nos narra su vida y obra, y la de sus contemporáneos.
Para los amantes del cine los invito a ver la película México-Hispano-francesa, “Antonieta”, protagonizada por Isabellan Adjani y dirigida por el español Carlos Saura.
Y a quienes les gusta el teatro, hoy a través de las bondades de las plataformas digitales, pueden disfrutar de la obra teatral “Antonieta, fantasma de Notre Dame”, monólogo del dramaturgo Guillermo Shimidhube, que nos habla del suicidio y su connotación, en la vida de una mujer tan brillante.
Para los amantes de la Ópera, los invito a escuchar y estremecerse con “Antonieta”, de Federico Ibarra Grothr, obra que se escribió para las celebraciones del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia.
Sí, la música está ligada a esta gran mujer, no sólo por el impulso a la interpretación orquestal, sino por la difusión de la obra de otro talento nacional como Carlos Chávez, de quien sugiero escuchen, de su obra musical:
“Caballos de vapor”, “Sinfonía de Antígona”, “Chapultepec”, originalmente llamada Obertura Republicana, “Sinfonía India”, “Chacona de Buxtehude”, “La hija de Cólquide”, una excelsa suite, entre muchas otras.
Dice una frase célebre, “Vivir no solo es existir, sino dejar huella. “Conocer la obra del Arquitecto Antonio Rivas Mercado y las aportaciones de su hija María Antonieta Valeria Rivas Mercado Castellanos, al arte y la cultura, es valorar la huella indeleble que dejaron para la posteridad en nuestro país, basta ver, el Ángel de la Independencia, la Victoria alada de una familia mexicana.