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L´ETAT ET MOI

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¿Un robot perfectamente obediente, en realidad no lo es por haber desobedecido mi orden de que “subiera para abajo”?

SPOILER ALERT: No. El robot no es desobediente; lo que sucede es que mi orden fue estúpida e incumplible. Así de fácil.

De igual manera que el dueño de semejante androide, los poderes democráticos y republicanos de nuestro país (ejecutivo, legislativo y judicial) son bastante libres para hacer y deshacer a voluntad, pero ese libre albedrío se topa con pared (o al menos debería toparse con una) al momento de empezar a jugar en contra de ambos principios fundacionales (democracia y república). En pocas palabras, el: “si la cúpula del poder judicial no me hace caso a mí, poder legislativo, pos los desaparezco, así, a la mala y santo remedio…”, es tan estúpido (en el mejor de los casos, ya que igual no es estupidez sino malevolencia pura) como solicitarle al más fiel y servicial de tus empleados que “baje para arriba” o que “suba para abajo” y después despedirlo por no haberlo logrado.

No se diga el afirmar que el presidente es el Estado.

No, nenes, no… El presidente es eso: sólo el presidente del poder ejecutivo, no “el Estado”; ¿quieres que sea aún más específico? Bueno, pues es, a su vez (al menos en nuestro país y debido a la relativamente reciente pérdida de la figura vicepresidencial, ocurrida hace poco más de un siglo) Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y, prácticamente, Comandante Supremo de NUESTRAS Fuerzas Armadas. Es todo eso, pero no es el Estado; no es siquiera la mayoría del Estado. No es nadie, de hecho (al menos no en una sana y auténtica república democrática y constitucionalista, en la que es simplemente nuestro gato, el de todos los mexicanos y párale de contar).

Ojo: La república tampoco es una democracia de tres. “Si el legislativo y el ejecutivo están de acuerdo, pos el judicial se friega y obedece”. No. La república es el más sofisticado sistema político de la historia de la humanidad (a la par de las monarquías parlamentarias o constitucionalistas, por supuesto), y lo es precisamente por ese milagroso equilibrio de poderes que nos une a todos bajo un mismo manto al grado de tornarnos prácticamente incapaces de vencer a nuestros opositores, pues nos deja como única ruta posible para el progreso el convencerlos por medio del diálogo inteligente y civilizado o dejarnos convencer por sus superiores ideas por el bien de TODOS.

Claro, una república democrática suele estar plagada de errores, incluidos aquellos cometidos por el “pueblo bueno”, así que no me extraña ni me molesta en demasía que a un funcionario público se le escapen una o dos frases estúpidas (no, menos: como diez…), lo que me molesta es que, a aquel al que esos idiotas idolatran, no tenga las bolas ya al menos tamaño beisboleras como para negar de manera contundente semejantes “cumplidos” o insinuaciones francamente indecorosas.

El mejor político de nuestra historia, Don Guadalupe Victoria, yo creo que no era aficionado al beis sino al boliche, ¡porque qué par se cargaba el desgraciado! Después de restituir la república de forma exitosa, así como los increíblemente sofisticados principios de un funcional federalismo (y haber abolido la esclavitud casi medio siglo antes que nuestros primos los gringos, por si fuera poco), se tuvo que enfrentar a su mayor reto como Presidente de México: a una INMENSA mayoría de sus fieles achichincles ROGÁNDOLE (y con cierta razón) para que permaneciera en el poder por al menos otros cuantos añitos, pero Don Lupe dijo que NO de manera categórica y francamente heroica.

Bien, Lupillo; Bien…

Así que si, en algún momento te vuelves presidente de nuestro Ejecutivo, querido lector, y te dicen tus groupies que eres el Estado o que por ti eliminarán a la Suprema Corte de Justicia de la Nación porque ésta se encuentra en desacuerdo contigo, hazlos pedazos en público (metafóricamente hablando, por supuesto, no te me vaya a salir el monstruo genocida que traes dentro ni mucho menos), aléjate de ellos (aunque te duela el ego) y cuéntaselo a quien más confianza le tengas.

En resumidas cuentas: que viva la república, camaradas, y que mueran sus enemigos (insisto, metafóricamente hablando -al menos de preferencia-…)   

POR CARLOS GURIDI CANIZALES

POR CARLOS GURIDI CANIZALES

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