LA HERENCIA MALDITA Por Carlos Guridi M.
Economía y Negocios

LA HERENCIA MALDITA

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Intentando ser lo más objetivos posibles: ¿cuál es el contexto político-económico que hereda AMLO de nuestro actual Jefe del ejecutivo? Siendo simplistas (y relativistas; esto es, en comparación con el resto del mundo) podemos decir que pésimo.

Caramba, si voy a ser presidente de un país, no sean malitos y denme uno primer mundista, en el que el ocio sea un problema mayor que el hambre y cosas por el estilo.

Y bueno, pues éste en definitiva no es el caso para Andrés Manuel, ya que es muy difícil ser lo suficientemente optimista para creer que está heredando uno de los mejores países del planeta, aunque nos arda en el fondo de nuestro orgullo tricolor.

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Sin embargo no todo fue oscuro y catastrófico durante el presente reinado: el petróleo cayó como nunca, y para ser un país petrolífero-dependiente casi al grado de la propia Venezuela, podemos afirmar con orgullo que, a pesar del bajo costo presente del barril del oro negro, el país no padeció lo que padeció Venezuela, debido en parte a un gobierno (por increíble que parezca) relativamente responsable y competente en materia administrativa.

¿Es en serio? Sí, me temo que estoy hablando en serio. Peña hizo lo que una buena ama de casa haría (y eso que él categóricamente no es el ama de su casa): si mi marido me baja el gasto, pues yo recorto mi presupuesto, aunque mis hijos adolescentes me recuerden a mí misma hasta el hartazgo por haberlos privado de su respectiva sobredosis de videojuegos, celulares y demás cosas en las que gasten los jóvenes de ahora.

Bien por Peña. Otra cosa imposible de ignorar es la transición democrática hacia un régimen radicalmente distinto al suyo, lo cual pareciera que todos damos por contado, como si nuestro país jamás hubiera padecido de tiranos con arduas tendencias dictatoriales, anti republicanas y anti democráticas. La transición y la elección misma fueron prácticamente ejemplares, casi milagrosas para un país gobernado por aquella dictadura perfecta (como bien la consideraría el Nobel de literatura peruano) hace apenas veinte añitos.

Nuevamente, aplausos sinceros para Peña. Y ni hablar de la relativa estabilidad del peso ante el dólar, a pesar de las crudas embestidas de Donald Trump en contra de nuestra nación. Vamos, de que hubo aciertos (e incluso grandes aciertos), vaya que los hubo. Aunque al mismo tiempo no todo fue miel sobre hojuelas, ¿o ya olvidaron Ayotzinapa? Ayotzinapa es una tragedia de novela, y lo digo con todo respeto. Es imposible que no nos conmovamos hasta el tuétano, independientemente de nuestras tendencias políticas, con la desaparición de 43 estudiantes connacionales.

Es sencillamente una película de terror; un acto tétrico, auténticamente apocalíptico, y si crees que mis adjetivos son exagerados, imagina a tu hijo en el lugar de uno de los 43 y verás que me he quedado corto.

Ahora, para no sonar controversial nos iremos con la versión oficial por unos instantes: fue el narco gobierno a nivel municipal. ¡Por Dios! ¡Aun esa versión es mil veces peor que la más aterradora de las películas de Hollywood! Y me temo que el que Peña no haya centrado todo su gobierno en combatir Ayotzinapa y otras posibles Ayotzinapas, es algo básicamente imperdonable.

El narcotráfico es posiblemente la más gigante de las tragedias nacionales, y vaya que ha afectado a México incluso en materia económica, pues no veo filas enteras de inversionistas nacionales y extranjeros saturados de deseos de invertir en Ayotzinapa y sus alrededores. Hay economistas que intentan argumentar que el mercado negro puede activar la economía de un país. Me temo que esos economistas están equivocados.

En resumidas cuentas, un México en el que Ayotzinapa es posible es, sin lugar a dudas, la herencia maldita con la que estoica y heroicamente tendrá que lidiar nuestro presidente electo durante el próximo sexenio.

POR CARLOS GURIDI CANIZALES

Por Carlos Guridi M.

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