Negocios son Negocios
Una nueva controversia parece empezar a rodear las más recientes decisiones de nuestro presidente electo: éste le ha dado la espalda al “bueno de la película” (Canadá) para unirse malévolamente con el “villano” de la misma (Estados Unidos y Donald Trump en particular), creando un nuevo tratado de libre comercio de orden estrictamente bilateral con el gigante del norte: el símbolo global e inequívoco del más salvaje de los sistemas capitalistas de la historia del planeta.
Bueno, pues los opositores al mismo, una vez más, se equivocan. El dinero es un medio (ni siquiera un bien, sino un simple medio) enteramente amoral. Tan amoral como el agua: puedes utilizarla para hidratarte y dar vida o simplemente puedes manipularla a la vieja usanza, como los tiranos emperadores de las antiguas dinastías de la lejana China: para torturar a tus enemigos y disidentes políticos, ingiriéndola a fuerzas e inmisericordemente hasta que logre reventarte las entrañas y darte una de las muertes presuntamente más lentas y dolorosas conocidas por el hombre.
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Y esta mencionada amoralidad del dinero lo convierte, cuando éste se ve involucrado en un intercambio financiero entre dos partes de manera libre y voluntaria, en un agente de inclusión y de justicia.
¿Por qué? Porque dichos elementos permiten que un seudo conservador ligado en más de una ocasión a la llamada ultra “derecha alternativa” americana como Trump, pueda sentarse a la mesa de negociaciones con un político liberal de tintes izquierdistas como Andrés Manuel, lo que aceptemos que tiene bastante de extraordinario si analizamos las monstruosas diferencias que existen entre ambos.
Business are Business
Porque en cuestión de mercados y finanzas no importa si tu color de piel es el negro, el blanco, el café, el rojo o el amarillo, sino sólo el “verde”, que es el único color que nos importa en aquellos precisos momentos: el color del dinero.
De ahí que musulmanes de Gaza puedan integrarse de este modo y de manera enteramente pacífica con judíos sionistas; católicos con protestantes irlandeses; ateos con deístas; agnósticos con teístas; conservadores con liberales; homosexuales con cisgéneros; comunistas con capitalistas; chivistas con americanistas; aquellos que creen que el reggaetón es música con el resto de nosotros, los seres decentes y pensantes, etc.
Es así que todos logramos integrarnos en un sano ejercicio de plena inclusión, tolerancia, justicia total y de mutuo crecimiento, mismo que incluso nos obliga a los groseros y sarcásticos a ser decentes, amables e incluso serviciales con nuestro prójimo so pena de perderlo como cliente y entonces morirnos de hambre como consecuencia de nuestra propia avaricia, despotismo, mezquindad y falta de empatía y calidad humana.
Así que de ninguna manera López Obrador ha “apuñalado por la espalda” a Trudeau y al gobierno canadiense, ni ha traicionado tampoco sus ideales liberales al aliarse comercialmente con Trump, sino todo lo contrario: ha demostrado que un mundo basado en los principios del liberalismo ilustrado tanto político como económico, es uno de los más poderosos y refinados mecanismos para unirnos con nuestros aparentemente más odiados enemigos; es el eslabón cuasi mágico y/o milagroso que nos sienta a la misma mesa gustosa y voluntariamente con nuestros rivales más acérrimos e incluso nos provoca reír genuinamente de sus bromas, brindar con ellos con sincera alegría y pasar un rato más que agradable al lado de ellos, pues las libertades de mercado, lejos de segregarnos y de profundizar en las ridículas fronteras que de manera un tanto imaginaria se empeñan en dividirnos en grupos humanos antagónicos entre sí, nos integran a los unos con los otros, pero, al mismo tiempo, sin traicionar en absoluto la esencia de nuestra particularidad y diversidad humana, ya sea racial, ideológica, sexual, étnica, social o de cualquier otro tipo.
por Carlos Guridi