Las copas de los árboles se van golpeando entre sí de una manera tan fuerte, que sus ramas se desgajan y una multitud de hojas caen al suelo; cual alfombra verde como terciopelo que será tocado de manera delicada por los pies más ligeros y pequeños de una niña que precisamente va pasando acompañada de su mamá.
Después de los vientos fuertes, vino la calma. La niña con emoción salta sobre las hojas que están esparcidas en su camino y antes de llegar a su hogar; le comenta a su madre, que sintió que el abuelo las acompañó durante el recorrido.
A su mamá de la pequeña le dio nostalgia, pero a la vez, no supo que responderle. Por lo que, le pregunto: – ¿Lo viste, te dijo algo? La niña le respondió: – ¡No, mami!
Era el mes de agosto, día del abuelo precisamente. Entraron a su casa, le prendió la televisión a su hija, mientras se dispuso a preparar la comida.
Pasaron las horas y llamó a la niña para cenar juntas unas piezas de pollo empanizado, acompañadas de espagueti verde, el favorito del abuelo. Después regresaron a la sala para revisar las clases pendientes que se transmitirían en un canal de televisión y para acabar pronto, la señal no sirvió. Es así que mejor le cambiaron a otro canal.
Unos minutos después, la mamá llevó a dormir a la pequeña a su cuarto, le cantó sobre los elefantes que se columpiaban sobre la tela de la araña.
Entre sueños, la niña en lugar de telaraña se imaginó a la luna y veía como corrían varios elefantes, marchaban, bailaban y saltaban sobre muchas hojas que había en un campo amplio y se decía que si así era la luna, ella quería quedarse a vivir en ella.
En su sueño volvió a sentir la sensación de su abuelito y al pasar cerca de ella un elefante, atrás de él apareció su abuelito.
Ella le abrió los brazos y se abalanzó sobre él para que la cargara. El abuelo comenzó a platicarle: – Tu mamá, que es mi hija, te pregunto si me viste y si dije algo. La niña asintió moviendo la cabecita, dejándose acariciar cariñosamente por su querido abuelo.
El abuelo le explicó a la niña que le confiaría un secreto. Entre las virtudes de la luna hay cosas bonitas que no nos damos cuenta, los que vivimos allá en la tierra. Una de ellas es que la luna es blanca como la princesa que eres tú. Dos, es que no sólo tiene un conejo la luna, sino que tiene muchos animales con los cuales puedes convivir y jugar, aprendes con ellos, por ejemplo los elefantes te enseñan algo.
Cuando ibas con tu mamá no te diste cuenta que había hormigas en el suelo y en ese momento pasó una mariposa volando muy cerca de ti, pues esa mariposa era yo.
Cuando tu mamá preparaba la cena, me llegó el aroma aquí en la luna y baje a degustar un poco,
¿verdad que ninguna de las dos se dio cuenta?
La luna es tan bonita como lo fue tu abuelita, como lo es tu mami y como lo eres tú, porque la luna es mujer y también nos enseña mucho.
Mañana le dirás a tu mamá, que no esté triste, que se alegre porque yo sigo existiendo y estoy feliz porque mi familia me recuerda de buena manera y porque les heredé buenos valores.
Aquí no hay dinero, ni problemas. Aquí hay paz y armonía por siempre. Así que cierra tus ojitos mi niña, vuelve a soñar y dile a tu mamá que estoy bien cerquita de papá Dios.
Al otro día, la niña despertó y fue corriendo a ver a su mamá, exclamando: – ¡Mamá, mamá mi abuelito está en la luna, dice que está bien y no estés triste. Su mamá la abraza con ternura y asienta con la cabeza. ¿Por qué será que los niños dicen la verdad?
(*) Autor del libro Andanzas Interculturales de Tepetototl, 2020. Entre la narración, la poesía y la imaginación. Escritor veracruzano. Correo: venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl