Cita en el Gambrinus
Historia de México Jóvenes

Cita en el Gambrinus

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El famoso restaurante Gambrinus se localizaba entre San Francisco (Madero) y Motolinía, en la planta baja de un edificio de dos pisos con amplias puertas de arcos con un largo techo de dos metros de ancho que las cubría en escuadra a todo lo largo de la construcción, ya que el inmueble se ubicaba en una esquina.  El eslogan del restaurante de fina comida francesa, que se podía ver en la misma entrada  decía: «Quien ha comido allí una vez, no frecuenta otro restaurant». Gente importante y famosa del porfiriato solía reunirse en el Gambrinus para gozar de amenos momentos.  Grandes negocios con el gobierno y entre particulares, compromisos matrimoniales, infidelidades y traiciones ocurrieron entre las agradables y cálidas paredes del Gambrinus.

   El día 18 de febrero de 1913, en las lujosas instalaciones del mentado restaurante se llevó a cabo la peor de todas: la  detención de Gustavo Adolfo Madero por manos del traidor  Victoriano Huerta.

   Mientras se llevaba a cabo la pusilánime traición a la Patria con el arresto del legítimo presidente  Francisco I. Madero en Palacio Nacional, Gustavo Madero y Victoriano Huerta, se encontraban sentados en el elegante restaurante Gambrinus, degustando una exquisita comida preparada especialmente para la ocasión.    La comida era una reunión de reconciliación entre ambos, ya que la noche anterior Gustavo lo había arrestado y llevado frente a su hermano Francisco para su posible ejecución o encierro por traidor al gobierno. Ante todas la probabilidades posibles, Francisco I. Madero  liberó a Huerta, dándole 24 horas de prueba para traerle a los rebeldes Félix Díaz y Manuel Mondragón. La prueba sería aprobada con excelencia por Satanás, ya que antes de este plazo los dos hermanos comenzarían a  pudrirse bajo tres metros de  tierra.

Huerta a la mañana siguiente invitó a Gustavo a comer para limar asperezas y mostrarle su gran lealtad y amor a la patria.  La comida había sido opípara, y el general Huerta con la espalda echada en el respaldo de la cómoda silla se exploraba la pútrida dentadura con un palillo de oro, mientras que una copa de coñac descansaba en su diestra.  

   —Estoy seguro que hoy se rinde Félix Díaz. Sabe que gana más negociando que resistiendo desesperadamente en la Ciudadela. Está más que probado que su rebelión terminará como la de Veracruz.

   —Si se rinde, esta vez creo que se le encerrará en las Islas Marías,  o a lo mejor mi hermano se hace de huevos y lo fusila, como a Iturbide o Maximiliano. Sólo así se reestablecerá la paz.

   Huerta volteó para la puerta viendo que entraban tres de sus hombres para informarle algo.

   —Aquí vienen las buenas noticias, Tavito  seguro que saben algo de la rendición de  Mondragón y Díaz.     Cuando Gustavo volteó para ver a los tres soldados que llegaban, Huerta aprovecho para sacar su pistola y apuntar directo al pecho de  su invitado. Gustavo se quedó helado y en un segundo entendió que había caído estúpidamente  en una trampa.

   Los tres soldados sacaron también sus armas, mientras uno de ellos desarmaba a Gustavo, entregándole la pistola a su general. 

   —Llévenselo a Félix  y a Mondragón. ¡Es todo suyo! —espetó Huerta en tono triunfal. En el fondo del restaurante los meseros, unos comensales y el gerente miraban sorprendidos el arresto de don Gustavo. Indirectamente estaban siendo testigos de una de las más grandes traiciones de la Revolución Mexicana. El más chaparro de ellos, un hombre flaco de cabeza  calva y relamida con unos cuantos cabellos, decidió mejor no llevar el postre de fresas que le había pedido don Gustavo. ¿Qué sentido tenía ya? 

   —Debí haberlo supuesto. ¿Que se podía esperar de un cerdo anciano como usted?: esto y nada más. Traiciones y más perjurios, maldito porfirista de mierda —dijo Gustavo mientras era conducido a empellones fuera del restaurante.

   —¡Buen viaje a la chingada, Ojo Parado! —repuso Huerta sonriente, parándose de la mesa y dejando una excelente propina. El postre lo pidió para llevar.

Alejandro Basáñez Loyola

Por Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas de Ediciones B, Penguin Random House: “México en Llamas”;  “México Desgarrado”;  “México Cristero”; “Tiaztlán, el Fin del Imperio Azteca”; “Ayatli, la rebelión chichimeca”; “Santa Anna y el México Perdido”; “Juárez ante la iglesia y el imperio” y en noviembre 2019, “Kuntur, el Inca” de Editorial Lectorum.  

 

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