Un objeto nuevo puede pasar por antiguo; pero esto no es una novedad, más aún cuando lo retro y Vintage se ha vuelto lo de moda.
Nuestra apariencia cambia con el tiempo, nuestro bronceado, se arruga la piel, se marcan los rasgos de los gestos faciales, el cabello encanece, los músculos pierden su tono y la postura se modifica con los años;
tal como esto nos sucede les ocurre a los bienes culturales, en distintas medidas, ya que los años monumento incluyen varias de nuestras generaciones así que su cambio es más lento.
En el ámbito del patrimonio cultural el concepto de pátina se refiere a la condición de envejecimiento “normal” que va adquiriendo con el tiempo la pintura de bienes como esculturas, caballete o mural;
sin embargo el uso del término se amplía a todos los bienes culturales muebles e inmuebles considerando que los monumentos se “arrugan”, pues sus materiales de fábrica responden al medio en el que se encuentran y al paso del tiempo.
Por ello se adicionan a estos matices en pintura las marcas por el uso-tiempo en los edificios, por ejemplo.
Así encontramos partes ennegrecidas por el humo de velas en los templos, espacios con polvo que ha quedado pegado cambiando la apariencia de labrados, tallas y muebles, pintura amarillenta, manchas o erosiones por intemperie;
pero estos cambios van siendo parte de los bienes culturales pues confirman su antigüedad con lo que adquieren valor histórico, no obstante también significan un deterioro.
Esencialmente los deterioros que sólo afectan la apariencia no preocupan tanto como los que tocan la conservación estructural, así podemos suponer que cuando uno se ve afectado por canas, arrugas o flacidez de la piel no tenemos un daño físico- funcional como cuando se trata de osteoporosis, cataratas o Alzheimer.
Basados en esta comparativa podríamos pensar que es fácil entonces permitir el amarillamiento de la pintura que decora el interior de los templos, muros ennegrecidos o deformación en piedra tallada de fachadas.
Pero no!, la misión de la conservación patrimonial es frenar o mejor dicho retardar en lo más posible también estos daños.
Ahora bien, en este tenor siempre habrá una inconsistencia para definir hasta donde se trata de la pátina propia del tiempo que debe conservarse como esencia misma del monumento y hasta donde se considera deterioro que debe frenarse o corregirse.
Esta discusión es recurrente en los trabajos de intervención a muebles pues la teoría conduce a varios puntos que se contradicen en temas delicados como la autenticidad.
Podríamos decir que un ejemplo en México de los más conocidos es el famoso Caballito de Tolsa ya que al contraste de los puntos de vista de varios especialistas los términos de la intervención seguían siendo punto de discordia la pátina de la escultura.
Hablando de edificios son menos populares las controversias ante tal dilema.
Las construcciones históricas son también monumentos que deben tratarse con prestancia pues son objetos de uso continuo y no solo de contemplación.
Lo cierto es que los deterioros por el paso del tiempo no los dañan más que la intervención de la mano del hombre;
pero aquí el factor determinante es la inclusión en una sociedad que influye de muchas maneras el ambiente y al monumento mismo.
Dicho lo anterior entonces es común que el mantenimiento de edificios frene esa pátina que va dejando el tiempo y uso.
Pero entonces, ¿Un deterioro que implique trabajo de resarcimiento, debe ser patinado a propósito de integrarse al aspecto visual ya afectado por el tiempo?
Podríamos realizarnos operaciones y tratamientos para intentar seguirnos viendo como en nuestros mejores años, sin embargo llegará el momento en que esto deformará nuestro legítimo “yo”.
De igual manera cada intervención de ser patinada llegará el momento en que una gran parte del bien sería reciente pero hecha parecer antigua.
El punto anterior además depende de las consideraciones sociales pues la apariencia estética de los monumentos importa, y mientras hay lugares donde se aprecia significativamente verlos en un actual esplendor hay quienes prefieren el aspecto ruinoso.
Resulta pues muy complicado delimitar estrictamente deterioro y pátina, podríamos seguir hablando de ello por mucho tiempo sin llegar a una conclusión precisa defendiendo si es adecuado realizar pátinas a propósito, o conservar las existentes o si son deterioro;
finalmente cada caso es único inmerso en sus circunstancias también únicas que será lo que posiblemente influya más para tomar una decisión.