El día 16 de octubre de 1914, en el Teatro Morelos de Aguascalientes, el general Antonio I. Villareal, presidente de la Convención, toma emocionado la bandera nacional entre sus manos para decir:
«Por mi honor de ciudadano armado, protesto cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta convención.»
Después la extendió sobre una mesa de madera, cubierta con un mantel de terciopelo verde oscuro y con el rugido de los aplausos de los delegados, estampó su firma sobre la tela del lábaro. Lo mismo hicieron los demás miembros de la directiva, sin faltar ninguno de los delegados asistentes.
La razón de tan magno evento, obedeció a la imperiosa necesidad de buscar la paz definitiva a la guerra civil y nombrar a un nuevo presidente de la República Mexicana.
El triunfo de Francisco Villa en la sangrienta batalla de Zacatecas, el 23 de junio de 1914, acabó con el gobierno espurio de Victoriano Huerta y abrió las puertas de la capital para los ejércitos triunfantes de Francisco Villa y Álvaro Obregón.
El 1˚ de octubre de 1914, en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México, se celebró la Convención de gobernadores y generales constitucionalistas. Ante la ausencia de los delegados de la División del Norte y los del Ejército del Sur, renuncia Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Los delegados asistentes, por votación unánime rechazan la dimisión del Primer Jefe, trasladando dos días después la soberana convención para la ciudad de Aguascalientes.
La soberana convención de Aguascalientes se llevó a cabo en el mes de octubre de 1914. Aguascalientes era un sitio neutral en el centro de la República. El corazón de las vías férreas que atravesaban el país de sur a norte. Un sitio cercano para las fuerzas bélicas del norte, que eran las que dominaban al país.
Representantes de los distintos ejércitos en pugna se dieron cita para nombrar un nuevo presidente de México por la renuncia del usurpador Victoriano Huerta en julio del mismo año y para presionar a la renuncia de Venustiano Carranza como primer jefe del Ejército Constitucionalista.
Un nuevo orden nacional se vislumbraba y ése era el motivo de la reunión histórica de los principales generales que echaron fuera a Porfirio Díaz y a Victoriano Huerta. La oportunidad de la democracia se presentaba de nuevo a los mexicanos.
El Centauro del Norte era mayoría y temido por todos en la famosa convención de octubre. Villa había dado una muestra de su influencia y poder hacia Obregón y Carranza, al contar con casi once mil hombres acampando en Guadalupe, Zacatecas, siendo mayoría en la Convención; a parte de tener a su lado a George Carothers, su proveedor particular de armas y representante de los Estados Unidos en México.
Ante la desmedida ambición de poder de Carranza y Villa, y su negativa a ser desplazados por las decisiones de la Convención, los ejércitos se dividieron, enfrentándose en las más espantosas batallas para unificar el poder en una sola cabeza, ya fuera la de Carranza o la de Villa.
En los campos de batalla de Celaya, Zacatecas y Chihuahua quedaron regados miles de cadáveres que ofrendaron sus vidas ante la idea de conseguir un México mejor para sus hijos.
El día 24 de noviembre de 1914, Álvaro Obregón como aliado de Carranza, abandona la ciudad de México y se traslada a Veracruz, donde Venustiano Carranza, desconociendo a la Convención y a su presidente legítimo Eulalio Gutiérrez, funge de nuevo como Primer Jefe y líder máximo de México. Ese mismo día, esperando al acecho, entran a la capital del país las fuerzas zapatistas comandadas por el general Antonio Barona, quienes se posesionan del Palacio Nacional.
El día 5 de noviembre de 1914, el general Eulalio Gutiérrez protesta ante la soberana Convención como presidente de la República por el término de veinte días. Carranza recibe un comunicado oficial de la Convención de que si en diez días no hacía entrega formal del poder, sería desconocido y declarado como enemigo de la soberana Convención y por ende, de México. Para reforzar lo anterior se forma una comisión representada por los generales Álvaro Obregón, Antonio I. Villareal, Eduardo Hay y Eugenio Aguirre Benavides, con la misión de comunicárselo en persona al Primer Jefe.
El presidente provisional Eulalio Gutiérrez designa al general Francisco Villa como jefe de la División del Norte. El Primer Jefe don Venustiano Carranza desconoce a la Convención y a cualquier decisión emanada de ella, y esta lo despide como encargado del Poder Ejecutivo.
La convención termina con una desbandada de todas las fuerzas militares involucradas, preparándose los ejércitos para la más sangrienta etapa del movimiento armado: el inevitable enfrentamiento entre Villa y Obregón.
En ningún momento en la historia de la Revolución Mexicana, Francisco Villa contó con tanto poder y fuerza como en la convención de Aguascalientes. El centauro estaba en el cenit de su poder y a un paso de tomar la presidencia, si lograba llegar a la capital del país con todo su ejército completo.
Escenas sangrientas como las siguientes intimidaron y amedrentaron a Eulalio Gutiérrez, presidente electo por la convención, escogido e impuesto por Villa para hacer lo que se le diera la gana, como los asesinatos aquí narrados, todos ellos ocurridos durante los días en que se llevaron a cabo las pláticas en el famoso Teatro Morelos:
Fierro y Villa se dirigieron a una hacienda donde sus hombres tenían detenido al «gaucho» argentino Francisco Múgica. Por el espionaje secreto de Villa, se había descubierto que el argentino había sido comisionado desde la capital por el general Francisco Cosío Robelo, inspector de la Policía de la ciudad de México para asesinar al Centauro. Rumores decían que por órdenes de Carranza, otros que por orden del general Pablo González. Independientemente de quién hubiera pagado al «gaucho», Villa no se tentó el corazón y lo fusiló en Guadalupe Zacatecas. El «gaucho» era un hombre de mediana estatura, barrigón de piel blanca, pelo negro y ojos de un azul intenso, con fino bigote negro elevado con puntas hacia arriba.
En 1910, el «gaucho» vino de visita a la ciudad de México para las fiestas del centenario. En un altercado de cantina discutió con el cónsul de su país, Carlos Schnerb, matándolo a balazos en el pleito y siendo conducido a la prisión. Cuatro años después, en días previos a la convención de Aguascalientes, por un arreglo especial de liberación, el «Gaucho» fue soltado para ir en busca de Villa y matarlo. El día de su ejecución el «Gaucho» vestía elegantemente su traje negro de gaucho pampero, su amplio sombrero con sus chaparreras holgadas, espada al cincho, pañoleta blanca y sus “voladoras”, para enlazar animales con un solo lanzamiento. El “Gaucho” recibió estoico la muerte, sin rogar un segundo por su vida ni pedir clemencia, muriendo como todo un gaucho representante de las pampas argentinas.
En ese periodo, también murieron por órdenes de Villa, el coronel Manuel Manzanera, fusilado por Tomás Urbina por ser representante personal de los hermanos Arrieta, sus odiados enemigos; y el licenciado José Bonales, quien se atrevió a proponer una alianza a Villa con Félix Díaz para desconocer a Carranza. El Centauro, furioso e iracundo al escuchar la propuesta del asesino de Francisco I. Madero, ordenó hecho un desquiciado el fusilamiento de Bonales, sin ni siquiera dejarlo articular otra oración más en su defensa. Estos crímenes llegaron a oídos de los convencionistas que con temor dimensionaron el potencial asesino del Centauro del Norte, tratando de mencionar sutilmente el tema en sus sesiones, sin ofenderlo o provocarlo, para no terminar alguna de las asambleas con una lluvia de plomo.
Por Alejandro Basáñez Loyola
Autor de las novelas de Ediciones B, Penguin Random House: “México en Llamas”; “México Desgarrado”; “México Cristero”; “Tiaztlán, el Fin del Imperio Azteca”; “Ayatli, la rebelión chichimeca”; “Santa Anna y el México Perdido” y “Juárez ante la iglesia y el imperio” de Editorial Lectorum.
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